En estos caminos electrónicos viaja la rebeldía
que sueña y sueña ...
Y cuando el sueño es de muchos y se sueña juntos... es REALIDAD.
fragmento: declaración de principios de ALIA*

Atisbos analíticos 127


Atisbos analíticos 127, Cali, marzo 2011, Humberto Vélez Ramírez, Profesor de Univalle, Programa de Estudios políticos y Resolución de Conflictos; presidente de ECOPAIS, Fundación Estado*Comunidad*Pais, Un nuevo Estado para un nuevo País”. humbertovelezr@gmail.com

EL CONFLICTO POLITICO ARMADO EN EL 2011:
O NEGOCIACIÓN O UNA COSTOSA, DESTRUCTIVA
Y PERNICIOSA GUERRA SIN FIN.


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En 1998, publicado por la Universidad del Valle, escribimos el libro “El Conflicto político armado en Colombia Negociación o Guerra1, ahora estamos enhebrando este Atisbos titulado “El Conflicto político armado en el 2011: Negociación o Guerra…sin Fin”. Como decir, volvamos a la negociación, después de la re-guerra recogiendo todos sus resultados.

2

Aunque Uribe Vélez con reiteración contraevidente negó que en Colombia existiese un conflicto político armado, pues por eso prohibió pensarlo y analizarlo, sin embargo, en este Atisbos No 127 de modo machacón nos centraremos en su examen, pero del conflicto en su presente actual colocando el énfasis en sus posibles desenlaces. Y en la coyuntura de este gobierno liberal posturibista de Santos, lo examinaremos como realidad objetiva, así como en las formas subjetivas que ha asumido en la distintas categorías sociales de ciudadanía.
El conflicto colombiano, único en América latina, es el conflicto sin negociar más antiguo del mundo. Como lo ha destacado Vicenc Fiisas, en el mundo actual, 9 de cada 10 conflictos armados, han terminado en algún momento en una mesa de negociación. Como lo ha recomendado Fisas,
“Es pues una obligación de todos pensar en cómo terminar con esta guerra fratricida, bastante única en el mundo, “en la medida en que no hay países en conflicto con el potencial humano, intelectual, económico, político y social del que dispone Colombia”.2

3

Pero, como en este Ensayo, un punto álgido lo constituirá el asunto de los alcances que podrían tener las reformas asociadas a un nuevo Modelo de una todavía incierta pero posible negociación, arrastraré desde mi pasado intelectual dos tesis que entonces sostuve y que creo que mantienen su pertinencia. Sobre este conflicto político armado, que como perversa y zángana masa de garrapatas se ha pegado a nuestro cuerpo social, escribí en octubre del 2000 en el Atisbos Analíticos número 1,
“De cara a las reformas estructurales que, con urgencia, el país requiere, se han configurado, por lo menos tres posiciones. Un primer escenario es el de una negociación sin reformas estructurales de envergadura, excepción hecha de las necesarias para la reinserción de las guerrillas a la sociedad de ciudadanos o al régimen político institucional En esta posición se encuentra el grueso de la dirigencia del establecimiento, que se dice o autoproclama partidaria de una negociación. En el otro extremo se mueve una franja importante de colombianos, que al idealizar las potencialidades de la negociación político-técnica de la guerra, esperan que de ella pueda derivarse casi una revolución social. Aún más, condicionan la negociación a que esas reformas se viabilicen. Finalmente, para una franja más pequeña de la Sociedad de ciudadanos, debería aprovecharse la negociación como la más propicia coyuntura de oportunidad para presionar un paquete de reformas fundamentales, las que, desde décadas esta sociedad ha venido reclamando. Es decir, la negociación del conflicto armado debería proporcionar al país un nuevo marco de horizontes en el que los colombianos aunque ‘nos jalemos de los cabellos pero sin matarnos’, podamos acordar un país posible para todos.”.3

Esta última, la tercera, será la posición que defenderemos en este Ensayo como la más ajustada a las lógicas de una negociación ajustada a las realidades colombianas.
La otra tesis, complementaria, por cierto, señalaba que una negociación no podía funcionar sobre la base de meras relaciones de poder sino que, más bien, todos los actores del conflicto, los directos e indirectos, de modo instrumental debían colocar su poder, fuese el que fuese, al servicio del rediseño de un país viable para todos.4 Como decir, que todos perdamos “algo”, que todos cedamos un “poquitín”, para que al resultar como gran ganadora la sociedad nacional, finalmente, todos y todas, como miembros de ella, terminemos ganando. Y sobre todo el Estado, que si se evidencia capaz de liderar un entendimiento sano, finalmente saldrá re-legitimado.
Explicitamos estas dos tesis complementarias porque, de distintos modos, ambas funcionarán como presupuestos de esta reflexión.

4
Para racionalizar y colectivizar, en lo organizativo, este esfuerzo práctico investigativo sobre el presente actual del conflicto armado, que costosa y perversamente continúa golpeándonos, algunos universitarios nos estamos esforzando por reactivar la Red de Universidades por la Paz, que cumplió un papel tan importante, sobre todo en materia de producción de pensamiento estratégico, en la coyuntura 1998-2002. Claro que a la Universidad no la vamos a forzar y violentar exigiéndole lo que no puede dar. Sólo le pediremos que lleve la academia investigativa a la vida política del país reagrupando a sus estudiosos alrededor de estas seis líneas de acción:
  1. Análisis del conflicto armado en su presente actual, ante todo y sobre todo, en sus dimensiones militar, política, económico-fiscal, internacional y sicosocial.
  2. Balance crítico de las Estrategias y Agendas asociadas a los Modelos Caguán y Seguridad democrática.
  3. Análisis de los posibles escenarios de evolución del conflicto armado.
  4. Impulso coordinado, a nivel nacional, regional y local, de acciones universitarias prácticas, orientadas a contribuir a viabilizar una nueva y muy distinta negociación del conflicto armado colombiano.
  5. El estudio sistemático de las que podrían ser unas nuevas Estrategia y Agenda de negociación del conflicto armado.
  6. Acompañamiento de los universitarios (profesores, estudiantes, empleados, trabajadores y directivas) al movimiento social por la paz cumpliendo las tareas específicas que, ajustadas a su condición de académicos, se consideren necesarias en el desarrollo de una nueva negociación

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Ese es el reto que nos aguarda a quienes entremos a trabajar en REDUNIPAZ. Por ahora nos limitamos a fijarlo reorientando este Atisbos, primero, a recoger algunas enseñanzas del pasado y segundo, a soñar con libertad aterrizada en lo que podrían ser unas nuevas Estrategia y Agenda de Negociación.
Diez y seis años de frustrados intentos por negociar (1986-2002) y ocho años ( 2002-2010) de una re-guerra atada a una salida militarista, nos deberían conducir, primero, a aprender y desaprender de las experiencias pasadas, segundo, a poner a jugar una “imaginación negociadora” y, tercero, a ejercitar la “prudencia” des-mediando y des-electoralizando una posible nueva negociación. No se trata de des-politizar un conflicto que, en contraste con el deseo de muchos, todavía es un conflicto político, pues no obstante sus perversas y perniciosas consecuencias y las problemáticas relaciones que las guerrillas tienen con el narcotráfico y con el Derecho Internacional Humanitario, continúa manteniendo como referente privilegiado al Estado colombiano. Esto no obstante EL CICR, Comisión Internacional de la Cruz Roja, desde Suiza, ha precisado que el mundo no existe ninguna guerrilla política, tipo Farc, que se financie con dineros legales. No podría ser. Todas han sido financiadas con dineros ilegales provenientes de los mercados ilegales de diamantes, esmeraldas, petróleo, heroína, opio, cocaína etc.
Entonces, que de cara a un posible entendimiento, que ningún partido convierta el debate en torno a los posibles desenlaces del conflicto armado, en una oportunidad para acrecentar votos o para restarlos al adversario. Por otra parte, desde el festival de las palomas de 1985 cuando Belisario Betancourt nos puso a pintar palomas en todos los tableros imaginarios del país, hasta la “Operación Jaque”, cuando Uribe Vélez, con una teatralización más publicitaria que militar, en definitiva derrotó a las Farc en la intimidad de miles y miles de colombianos, los momentos más álgidos de las distintas versiones de negociación han sido un asunto más de los micrófonos e imágenes televisivas que de la racionalidad instrumental de las mesas en las que estaban sentados los negociadores.
Es eso lo que entendemos por “des-mediar” el conflicto: que los negociadores, respetando el derecho de los MEDIOS a obtener y difundir la información, se coloquen más cerca de las dinámicas de las mesas y de los grandes nacionales que de la tenración de los micrófonos.
Cuando atrás hablamos de “imaginación negociadora”, buscamos resaltar que entre las notas del perfil de un buen negociador, al lado de la racionalidad instrumental debe destacarse su creatividad, vale, decir una enorme capacidad para inventar e imaginar salidas aterrizadas al cúmulo de problemas que pululan alrededor de los conflictos centrales. Como decir, mucha razón aterrizada y mucho aterrizaje creativo.

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Al examinar las pasadas experiencias de negociación nos encontramos con el hecho de que nunca un militar de trayectoria ha hecho parte del equipo de negociadores.
En nuestro concepto, esta ausencia conspira y ha conspirado, primero, contra la naturaleza del Estado (éste, además de una organización que le marca dirección a la sociedad, estructuralmente es un fenómeno de fuerza, un aparato coercitivo), segundo, contra la historia concreta de los militares en Colombia (estos, además de los administradores institucionales de las armas legítimas del Estado, han sido en este país un muy poderoso grupo de interés y de presión) y, tercero, contra la fuerte identidad de los militares con el Estado ( éstos, como representación simbólica, se sienten instalados en su pasado, su presente y su futuro).
Pensamos, entonces, que en Colombia ninguna negociación tendrá futuro si en la formalización de las grandes decisiones finales a ellas asociadas, no participan los militares como protagonistas, aunque subordinados al presidente de la República.
Constitucionalmente toda decisión en torno a los posibles desenlaces del conflicto armado, compete al presidente. Entonces, en caso de fraguar una negociación, en representación del presidente en el equipo de negociadores deberían estar el Alto Comisionado de la Paz y un Militar de trayectoria con una clara definición de funciones y de tiempos de presencia de acuerdo con las materias a negociar.
Pero, los ausentes no han sido sólo los necesarios militares. Nos guste o nos disguste, Colombia es un país inscrito en el marco de la dominación hegemónica mundial de los Estados Unidos. Ahora en la época del Wikileaks, como nunca antes se ha evidenciado que en este país, en materia política, nada importante sucede que no haya pasado antes por la Embajada norteamericana. Es difícil, entonces, que uno de nuestros “independientes presidentes” tome una decisión de desenlace del conflicto armado sin haber obtenido antes el apoyo del gobierno norteamericano. Dejemos que, de nuevo, nos hable el español Vicenc Fisas
No veo una salida al conflicto colombiano sin ese diálogo entre los factores de poder, sin una implicación directa de los Estados Unidos en algún estadio del proceso, y sin abordar de manera clara el tema del narcotráfico a lo largo del proceso negociador, pues es el sustento económico del conflicto.” Creo que debemos instalarnos en el optimismo en este tema, dejando a un lado el pesimismo razonado y justificado de los últimos tiempos. Entramos en una nueva etapa política, y hemos de pensar que ha de ser posible llevar a cabo nuevas iniciativas de paz. Desde la insurgencia y desde el Gobierno, sin embargo, deberán lanzarse “señales de humo” en esta dirección. Estaría bien, además, que desde otros países amigos se alentara esta dinámica de gestos de paz. Estaría bien que algunos presidentes de la región lo manifestaran de forma explícita. También sería bienvenida una declaración proveniente del Gobierno de Estados Unidos y de Naciones Unidas. “

Por otra parte, la negociación del conflicto armado debe estar marcada por tres notas centrales, CONFIDENCIALIDAD, DIGNIDAD Y CONFIANZA. Son tres requisitos indispensables. Cuando alguno de ellos falla o se evidencia débil, el proceso de negociación tiende a abortar. Por ausencia o debilidad de algunas de esas tres notas, es por lo que, en las últimos 25 años, los procesos de negociación han sido tan frágiles: o porque la confidencialidad ha sido arrasada o porque a la mesa se han sentado personas, que desconfiaba del vecino o porque se ha golpeado la dignidad de uno o de otro pretendiendo sometimientos insoportables.

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Para hacer despegar una negociación, para que aflore una esperanza de pacificación, las partes en conflicto deben encontrar un punto común, (“un consenso de mínimos en cuanto a la transformación del país”, lo ha denominado nuestro ya citado Fisas), que tiene que girar en torno, primero, de las condiciones de la negociación, y, segundo, de la negociación de la negociación, o vale decir, de los márgenes y parámetros dentro de los cuales negociarían.
Para avanzar en la fijación y precisión de condiciones y parámetros de negociación, por ahora no se requiere de reuniones formales. Cada quien puede ir fijándolas de modo informal y discrecional de cara al país.
Como punto de partida, cada quien fijará su esquema “ideal” de condiciones y parámetros y quizá se atreva a ir hasta las “deseables”. Sin embargo, la negociación no podrá encontrar su punto de despegue si no cuando, en un segundo momento, limadas asperezas y desmontadas desconfianzas, logren pactar “condiciones y parámetros” “necesarios” y “viables”. En estos dos primeros momentos, las premuras no son aconsejables, pues atentan contra el futuro exitoso de una negociación. Los tiempos de estos primeros momentos son quizá más importantes que los tiempos de los restantes.
Pero, ya para una reunión formal, ¿quién debería llevar la iniciativa?
De modo erróneo se ha creído que llevar la iniciativa a ese respecto, o “mostrar demasiados deseos en el negocio”, como podría decir un antioqueño de mentalidad comercial, implica dejar escapar una señal de debilidad. Para los analistas pro-militaristas, por ejemplo, las farc sólo se han acordado del verbo negociar, cuando están pasando por coyunturas dificultosas requiriendo ganar oxígeno en la guerra. Pero, esta afirmación carece de validez fáctica si se recuerda que en el momento pre-Caguán fueron unas farc en vertiginoso ascenso militar, las que adelantaron la propuesta de negociación. En esta coyuntura del 2011, aunque no haya podido derrotarlas, el Estado se encuentra en una posición de superioridad táctico-estratégica frente a las Farc. En segundo lugar, ha evidenciado que, por razones, sobre todo, geopolíticas, un triunfo militar de las Farc es casi imposible, como imposible se ha evidenciado también que el Estado las pueda derrotar. Agreguémosle a todo esto, que en la práctica el Estado ha podido evidenciar y probar que ese conflicto armado, por lo costoso, destructivo, pernicioso y sostenido, ha empezado afectar las posibilidades de reproducción ampliada del capitalismo colombiano. Entonces, con tantas certezas y evidencias a flor de mano, un Estado que se siente militarmente fuerte, pero, al mismo tiempo, entrabado en sacar avante su proyecto de sociedad, no tiene por qué inhibirse en proponer una negociación, de la que finalmente saldría re-legitimado y sin los competidores para-estales cerrándole el paso.


8

Si en el final del anterior acápite hemos planteado esa tesis atrevida, la de que sea el Estado el que lleve la iniciativa, es porque en esta coyuntura, contra todas las apariencias, ha sido el gobierno de Santos el que, en la práctica, le ha salido adelante a las Farc y al Eln en la fijación y explicitación de las condiciones bajo las que el Estado estaría dispuesto a negociar. Hasta este 4 de marzo del 2011, éstas han sido las consideraciones y condiciones por él fijadas para poder pensar en una negociación,
  1. Que, por la razón o por la fuerza, le pondrá fin al conflicto armado.
  2. Que una negociación no se hará a un precio cualquiera.
  3. Que para poder pensar en una negociación, las guerrillas deben: 3.1. soltar a todos los secuestrados; 3.2.renunciar al reclutamiento de niños, así como a comprometerlos en acciones directas o indirectas, que tengan que ver con la confrontación armada; 32. abstenerse de toda acción de carácter terrorista.
  4. Que una negociación debe inscribirse en el derecho positivo del país.
  5. Que toda decisión sobre la materia debe provenir del presidente de la república absteniéndose, por ahora, de nombrar a un Alto Comisionado de Paz.
Las Farc, por su parte, ha mantenido la palabra “negociación” en casi todos sus comunicados: “el que siempre ha estado dispuesta a negociar si…”, ha sido ya casi una constante en todos sus comunicados pero sin concretar ese “si”. Por otra parte, su decisión de dosificadas y unilaterales liberaciones de secuestrados, ha sido interpretado por muchos como una señal indirecta de buena voluntad. Esto no obstante, en las últimas semanas Alfonso Cano ha evidenciado una actitud positiva hacia la ley de víctimas y de restitución de tierras a los campesinos expropiados. Ha sido así como ha hablado de

“una ley de tierras moderna, con visión estratégica, sembradora de paz”.5

Como decir, que en el ánimo de Alfonso Cano, la Política agraria de Santos podría abrir el camino hacia la paz. Por esto, se transparenta como muy importante que las personas, organizaciones o Estados que, de algún modo, pretendan participar en una posible negociación, por lo menos, hayan leído y analizado “La Plataforma Bolivariana” de las Farc.
Sobre este conjunto de pre-posiciones podríamos formular las siguientes glosas:
  1. Como podrá observarse, en lo que ha avanzado en materia de condiciones, el presidente Santos no se ha colocado en una línea de exigencias máximas como sería: que “se sometan negociando sólo las ventajas que podría ofrecer un sometimiento”, o porque “no las considera actores políticos” o porque las observa como “militarmente derrotadas con la capitulación como única opción”. Ha hablado, más bien, de la posibilidad de negociar “si”….
  2. Al plantear la posibilidad de negociar “si”… no les ha exigido que se desmovilicen o que, de entrada, hagan un alto al fuego, si no, más bien, que le bajen el tono a las hostilidades en aquellas operaciones, que tienen a la población civil como la más directamente afectada (secuestros, minas quiebrapatas, reclutamiento de niños).
  3. Existen variados indicadores que evidencian que al Presidente y al Vicepresidente no los convencen las liberaciones unilaterales de secuestrados como señales “humanitarias” de una voluntad de paz. Piden, demandan y exigen hechos concretos de paz. Por ejemplo, pensamos nosotros, si las Farc quieren continuar con las liberaciones dosificadas como señales de buena voluntad, entonces, que, por lo menos, decidan abstenerse de volver a secuestrar, de liberar cinco mientras secuestran seis.
  4. Indiscutiblemente que a los actores armados se les debe exigir el sometimiento al espíritu y a las reglas del DIH. Sin embargo, en cuanto a lo “humanitario” de algunas de sus acciones, que nos permitan, por lo menos, el beneficio de la duda y hasta el de la imposibilidad. En el caso colombiano, soldados y guerrilleros son, ante todo, guerreros, actores militares, que le asignan a su accionar armado un significado político: o defender al Estado en el caso de los soldados o subvertirlo para reemplazarlo por otro en el caso de los guerrilleros. En ese marco dominante, la pequeña dosis de “humanismo” que le puedan inyectar a su accionar armado, sólo podría provenir de su sometimiento efectivo al DIH. Por lo tanto, en nuestro concepto, las liberaciones unilaterales realizadas son, ante todo, actos políticos que, aunados, a otras acciones concretas de paz, podrían ser indicaciones de una voluntad real de negociación.
  5. El presidente Santos, entonces, sin bajar las banderas de una Seguridad democrática sin el todo vale, ha avanzado más que las guerrillas en cuanto a la búsqueda de un primer punto común, el de las condiciones de una negociación. En lo militar, no ha desmontado la Estrategia del anterior gobierno aunque, bajo el criterio de una concepción liberal de la democracia, ha buscado rectificar en lo más punzante de sus errores, sobre todo en materia del “todo vale con tal de derrotar al enemigo”. Si no fragua una negociación, el tiempo nos dirá si fácticamente es válida la hipótesis que en los Atisbos hemos sostenido en el sentido de que la Estrategia y Agenda de Uribe ya dio de sí todo lo que podía dar. Por lo tanto, si no se concreta una negociación y el gobierno decide darle sostenibilidad en el tiempo, se verá obligado a reformularla si es que quiere que funcione con relativa eficacia como salida militarista del conflicto armado.
Mientras tanto, los uribistas más radicales, aquellos para quienes frente a las guerrillas no cabe más alternativa que la derrota militar o el sometimiento, harán hasta lo imposible para impedir que cristalice una posibilidad de negociación. Entrabarán, sobre todo, la aplicación de la ley de víctimas y de restitución de tierras, que es el espacio por donde puede empezar a construirse un puente simbólico y real entre el gobierno y las farc.
  1. Aunque en Colombia una elevada cultura del poder determina que no sea lo mismo un presidente con poder institucional y con presupuesto y con el manejo de un aparato generador de puestos que un expresidente sin todos esos recursos, Uribe Vélez conserva todavía la más enorme capacidad de presión. Continúa siendo una fuerza capaz de inhibir la posibilidad de una negociación, pues la sociedad nacional continúa prisionera del “síndrome de Uribe”: aquel acendrado sentimiento que ha invadido la intimidad de miles y miles de colombianos de que todo lo él toque o roce con su mágica y adánica palabra se traduce en realidad. Es el imaginario colectivo de que su verbo es generador de realidad. Desde esta mirada, Uribe ha sido un fenómeno en la historia política y cultural de Colombia. En el pasado, en un contexto de historia muy distinto, sólo Gaitán se instaló tan profundo en la intimidad de la ciudadanía. Por eso en la actualidad, la ciudadanía es pesimista frente a la posibilidad de una negociación, lo que contrasta con el profundo optimismo social de la etapa pre-Caguán.
  2. En relación con las Farc y sus condiciones para sentarse a negociar, no se puede echar en saco roto la afirmación de Alfonso Cano en el sentido de que la Política agraria de Santos podría ser el camino hacia la paz. Podría afirmarse que el nexo más importante de las Farc con la política nacional pasa necesariamente por el problema agrario. Santos está preocupado por la tierra expropiada mediante la violencia a millares y millares de campesinos pobres, así como por el desarrollo capitalista de la agricultura; las Farc, lo están por la tierra expropiada, así como por la tierra improductiva. Entonces, “la ley de víctimas y de restitución de tierras” (1) al lado de una ley de reforma agraria (2) y de un proyecto de capitalismo agrario con sentido social (3) podría ser el nudo de un primer acuerdo gobierno-farc.



9

Definidas las condiciones de una negociación, se puede ir avanzando hacia la construcción de un segundo punto común: la negociación de la negociación, la definición de los parámetros dentro de los cuales se sentarían a negociar. Para estos efectos, en el punto de partida tampoco se requieren reuniones formales. Cada una de las partes los pueden ir avanzando de cara al país a través de los medios de los que cada quien dispone. Sólo en un tercer momento, cuando cada parte haya precisado su esquema particular de negociación de la negociación, se entraría a definir el cuándo, el cómo y el dónde se sentarían a acordarlo.
En una negociación del conflicto armado ni el Estado capitalista debe renunciar a su ideal de sociedad, la economía de mercado, ni los guerrilleros deponer y renunciar a su proyecto de economía socialista. Por lo tanto, una nueva negociación no se debe mover en términos de “o economía de mercado o economía socialista”. Es decir, en un nuevo modelo de negociación los guerrilleros no pueden pensar en hacer la revolución social – el campo de ésta es el de las luchas sociales- pero, de acuerdo con sus lógicas, el Estado no puede pensar en dejar incólume el capitalismo salvaje, que es la forma que, en la actualidad, ha asumido en Colombia la economía de mercado.
Entonces, para el Estado la opción es: “reformamos el capitalismo salvaje si ustedes, los guerrilleros, dejan la armas, entregan los territorios que tienen bajo su control, se insertan a la sociedad y se comprometen a luchar por su proyecto de economía socialista por las vías de las luchas democráticas”. Por su parte, para los guerrilleros la opción es: “renunciamos a las armas, entregamos las regiones que territorialmente controlamos, nos insertamos a la sociedad, nos comprometemos a luchar por nuestro proyecto de economía socialista dentro de los parámetros de la democracia, si se hacen reformas sociales al capitalismo salvaje y se democratiza el régimen político”.
Sería así como la reforma social y política del capitalismo salvaje podría constituirse en el segundo punto común del Estado y las guerrillas y aún de las sociedades civiles, que, por fuera de shows y micrófonos, también deben hacer presencia como movimiento social por la paz.

10

Pero, sigamos soñando con libertad aterrizada. Vendría enseguida otro punto crucial: el del alcance de las reformas a realizar. Constituye ésta una segunda dimensión de la negociación de la negociación, pues, como ya sabemos, la primera ha estado asociada a la fijación de los parámetros dentro de los cuales se podría negociar.
A iniciar este Atisbos (acápite 2), trajimos a colación una cita extraída del Atisbos No 1 de hace casi una década atrás: dijimos entonces que no se podía pensar en una negociación del ya semisecular conflicto político armado sin pensar en un conjunto de reformas sociales y políticas, pero que tampoco se podía pretender que de ella se derivase una especie de revolución social, pues el ámbito casi natural de ésta era el de las luchas sociopolíticas. Como el actor que más había recibido las consecuencias perversas de la guerra interna era una sociedad nacional con un 80% entre pobres e indigentes, siendo también ésta la que, bajo la forma de impuestos, le entregaba al gobierno el dinero para que la financiara, había que aprovechar la coyuntura de oportunidad proporcionada por una negociación para realizar una serie de reformas, por lo menos medianamente aceptables, con las que el Estado comenzara a pagar la inmensa deuda social acumulada que tenía con la ciudadanía. Entonces pensamos que de fraguar una negociación, esas reformas estarían asociadas,
1. a una reforma agraria integral, que desarrolle, complemente y enriquezca la actual Política agraria de Santos;
2. a una redefinición radical de la política de empleo, que incremente, formalice y dignifique los oficios eliminando las superexplotadoras “Empresas de Trabajo Asociado”.
3. a una política de salud, que trascienda la idea de la salud como una mercancía.
4. a una nueva política educativa, que universalice y cualifique la educación pública y refuerce la regulación estatal de la privada.
5. a una nueva política ecológica que proteja, de modo integral, la naturaleza, que es una de las bases más importantes de la misma reproducción del capitalismo.

A lo mejor nos quedamos cortos, pero nos preocupa lo acaecido en el Caguán, cuando, a otros factores negativos, se agregó el hecho de la negativa de la clase empresarial a contribuir a financiar las reformas sociales recogidas en la Agenda pactada aunque se mostraron partidarios de una reforma agraria,
Como lo recogí en un artículo de 1999, por el encargo de El Tiempo y de la Revista Semana “Gallup Elites” le aplicó una Encuesta a 538 directivos de las 500 empresas más grandes del país de lo todos los sectores de la economía con resultados como éstos, “sólo un 16% considera inaceptable la expropiación de fincas de más de 200 hectáreas; en cambio, un 32% la miran como aceptable y otro 20% como medianamente aceptable. Es decir, para 387 ejecutivos (el 72%) la propuesta de reforma agraria pasa el examen.” Por otra parte, “el 84% (452) ejecutivos manifiestan que antes que financiar la guerra, preferirían costear la paz. De esos 452 encopetados ejecutivos comprometidos en sus opiniones, a negociar con las guerrillas, … el 28% (129) afirman que, para esos propósitos , no cederían nada de sus ingresos, el 25% (116) que se desprenderían del 1% de los mismos y un 13% manifiestan que irían hasta un 5% “.6

La otra reforma central sería de carácter político-electoral y estaría orientada, primero, a democratizar el régimen político; segundo, a impedir la presencia activa de ilegales armados, sean del signo ideológico que sean, en la vida política; tercero, a purificar el censo electoral; y cuarto, a definir el estatuto de los partidos y de la oposición.


11

Entre todos los colombianos de la actualidad existe un asunto - punzante, complejo, resbaladizo, dificultoso de analizar y de más dificultoso tratamiento y toma de posición- asociado a la pregunta, en definitiva ¿quiénes son los responsables de todas las barbaridades, perversidades en que hemos incurrido y continuamos incurriendo? Para cada quien, para cada colombiano “el otro”, sobre todo “el otro” de signo ideológico y cultural contrario, es el responsable porque cada quien se auto-matricula como perteneciente a “la gente de bien” a la que “la gente de mal”, el “otro” contrario, no le permite una vida tranquila.
A veces, por fuera del análisis sereno, al observar tanto desastre cotidiano (los fusiles privados comandando lo público estatal y lo público ciudadano; honorables abogados litigantes y profesores universitarios comprando en público testigos; encumbrados Registradores re-escriturando tierras arrebatadas mediante la violencia a campesinos pobres; encumbrados funcionarios públicos organizando y promoviendo desmovilizaciones ficticias de guerrilleros y paramilitares; respetables curas abusando sexualmente de niños etc y etc siendo estos sólo algunos datos de esta semana) a muchos la mente se nos obnubila y se nos desdibuja el análisis racional que tenemos de los problemas del país.
Estamos tentados a decir que responsables somos todos, aunque con una frase así se diluyen las responsabilidades. Esto no obstante, digámoslo: al lado de los autores intelectuales, espirituales y materiales concretos de todas estas perversidades, de modo indirecto todos somos responsables, porque , por acción u omisión, todos hemos contribuido a la construcción de “un social”- pobre, raquítico y esquelético - que es el que ha posibilitado y continúa posibilitando,
1. una constante de violencias en la historia nacional;
2. reiteradas coyunturas de ejercicio de la violencia con crueldad;
3. la presencia ampliada de ilegales armados en el gobierno o cogobierno en muchos municipios del país.
4. la más histórica subordinación de lo institucional a lo para-institucional en la vida social cotidiana.
En un cuadro así, apenas medio sugerido, nos preguntamos, atravesados por muchas dudas, si no se debería aprovechar la oportunidad de una posible nueva negociación para abrir el debate y tomar posiciones sobre la funcionalidad y la “bondad”, así entre paréntesis, de UNA LEY DE DE PUNTO FINAL.

12.

Entonces, definidas las condiciones de la negociación y acordados los parámetros dentro los cuales la llevarían a cabo, la fijación del sitio de reuniones aparece como un punto importante. Una zona de despeje ya no es una espada de Damocles, primero, porque se aprendió la lección del Caguán cuando se escogió una zona en la que las farc presentaban evidentes ventajas comparativas de poder por formar parte de su retaguardia estratégica, y segundo, porque reformada la Ley de Orden público, han quedado prohibidas las zonas de despeje. Sea el que sea el sitio seleccionado, lo importante es que no sea un espacio poblado por personas reacias (tampoco proclives) a alguno de los actores enfrentados y que en él los negociadores puedan ser objeto de especial protección.
Para terminar este sueño de negociación diríamos que la oportunidad de terminar un conflicto tan costoso, destructivo, pernicioso y sostenido, bien merece el esfuerzo de una nueva ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE. Que se reforme la Constitución 1991 en las materias que se consideren básicas para posibilitar una negociación. Sin embargo, sería importante que clausurada, dentro de los plazos fijados, su labor, esa Asamblea Constituyente pueda entrar a operar como una Asamblea Nacional Legislativa, que traduzca en leyes los acuerdos pactados. Al margen de la discusión jurídica y jurídico- política que esta apuesta pueda provocar, la más pronta conversión de los acuerdos tomados en leyes permitiría un asentamiento socialmente funcional de la etapa post-conflicto.

Con Fisas, entonces, volvamos al sueño, que, sin dejar de ser tal, debe ser un sueño en la tierra y ritmado por las crudas realidades colombianas,

Pensando en Colombia, pues, vemos que se dan ya algunos de estos requisitos (como el cansancio de la guerra, el deseo de paz, un nuevo gobierno, la imposibilidad de lograr una clara victoria militar), y que a medio plazo podrían darse otros requisitos (como incentivos externos, un ambiente regional propicio a la negociación, la pérdida de retaguardias para la guerrilla, una mayor presión de los sectores económicos y una mayor presión interna a partir de iniciativas populares a favor de la salida política negociada). Todo ello, conjugado, favorecería el logro del ambiente propicio para superar la situación actual, en la que predomina una cierta indefinición, para pasar a un contexto más activo a favor de la paz. “


1 .Vélez R, Humberto. El Conflicto político armado en Colombia Negociación o Guerra. Editorial Universidad del Valle. Cali. 1998.
2 . Vicenc Fisas, director de la Escuela de la Cultura de Paz, con ocasión del lanzamiento en Bogotá del Anuario 2001 “Procesos de Paz”.
3 . Atisbos Analíticos No 1, Cali, octubre 2000.
4 .Atisbos Analíticos No 2, Cali, noviembre 2000
5 . FRENTEAN.BLOGSPOT.COM/CATE-ALFONSO-CANO-AL-GOBIERNO-DE-SANTOS-HTML ; WWW.ELTIEMPO.COM/.../VIDEO-DE-ALFOMSO-CANO_7833413=1 ; HUELLADEUNCAMINANTE.WORDPRESS.COM/ALFONSO-CANO-HABLA-DE-PAZ/ ; WWW.ELESPECTADOR.COM/COLUMNA-253935-TIERRA-Y-PAZ ; WWW.LASILLA.VACIA.COM/HISTORIA/165012PAGE=1 ;
6 . Vélez R. Humberto. Carta Abierta sobre la guerra en Colombia”. ECOPAZ AcEditores, Cali, 199, pgs.92 y 93.

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