En estos caminos electrónicos viaja la rebeldía
que sueña y sueña ...
Y cuando el sueño es de muchos y se sueña juntos... es REALIDAD.
fragmento: declaración de principios de ALIA*

viernes, agosto 17, 2012

17 DE AGOSTO DE 1865: BATALLA DE YATAY EN LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA.

Puesto sanitario durante la batalla
de Yatay, según Cándido López.
del Prof. Daniel Alberto Chiarenza
El teniente coronel paraguayo Antonio de la Cruz Estigarribia había entrado en territorio brasileño el 11 de junio de 1865 en que la escuadra guaraní era derrotada en Riachuelo. Cruzó el Uruguay y se apoderó de São Borja, de donde –en cumplimiento de las primeras órdenes del presidente Francisco Solano López- se dispuso a seguir su marcha por ambas riberas del río Uruguay hacia el sur –Estigarribia por la costa oriental-, mientras el mayor Pedro Duarte lo hacía por la occidental con una pequeña columna. Siguieron su marcha, seguidos de cerca, hostigados, por las milicias riograndenses de David Canabarro, superiores en número a las tropas paraguayas, hasta apoderarse de  Uruguayana, sobre el río Uruguay, el 5 de agosto. Pero “entrar en Uruguayana era entrar en una ratonera”, comenta O´Leary.

Antonio "Lacú" Estigarribia, rumbo al río Uruguay

De allí –a unas cercanas leguas-, según las órdenes de López, debería marchar sobre Alegrete, en el interior de Río Grande Do Sul, donde se organizaba el ejército brasileño, e intentar desbaratarlo. Mientras tanto, el mayor Duarte con su pequeña columna de 3.000 hombres, le cuidaría la espalda en Paso de los Libres (Argentina), frente a Uruguayana (Brasil).
La inmovilidad de Robles, en Corrientes, ha dejado a Estigarribia en situación difícil. Era una operación suicida y resulto un suicidio. Ya se habían concentrado en Concordia (Entre Ríos, Argentina) fuerzas aliadas superiores a los 5.000 (largos) hombres que tenía Estigarribia en Uruguayana y a los 3.000 de Duarte en Paso de los Libres; habían quedado otros 3.000 en guarnición en São Borja, Santo Tomé, etcétera. El 17 de agosto, el colorado uruguayo Venancio Flores –que había sido puesto por Mitre al frente del ejército de vanguardia (sustituyendo a Urquiza)-, con 10.200 hombres –entre brasileños, argentinos y uruguayos- y 32 piezas de artillería, se lanzó contra Duarte.

El brigadier general Venancio Flores,
el degollador de Cañada de Gómez
Éste, resuelto a sacrificarse, lo esperó en Yatay; la desigual batalla resultó una carnicería de paraguayos, por la desproporción de fuerzas: 1.700 guaraníes muertos, 300 heridos y 1.200 prisioneros. Las pérdidas aliadas no pasaron de 300. Duarte no quiso rendirse, “haciéndose matar bárbara y estúpidamente” comenta León de Palleja en su Diario de la campaña de las fuerzas aliadas contra el Paraguay. Según el corresponsal del Evening Starde Londres, los heridos paraguayos fueron degollados, porque no había médicos ni medicamentos para ellos.
“Los paraguayos son peores que salvajes –escribe asombrado Flores-, prefieren morir antes que rendirse”.
El desastre de la columna de Duarte obligó a Estigarribia a quedarse en Uruguayana, donde las milicias de Canabarro (8.000 jinetes) no tardaron en cercarlo. Flores con los vencedores de Yatay, cruzó el río y completó el cerco. Por su exclusiva cuenta (pues ni él ni nadie obedecía las órdenes del General en Jefe, que no era otro que el inepto del presidente argentino Bartolomé Mitre) ofrecerá a Estigarribia condiciones para una capitulación: libre salida para él y sus oficiales con los honores de guerra y libertad para irse donde quisiere; solamente la tropa quedaría prisionera. En caso contrario, procedería al cañoneo de la ciudad. Pero Estigarribia se negó con una frase heroica tomadas de su lectura de Herodoto: “Mejor, el humo de los cañones nos dará sombra”.

Se reúne alrededor de Uruguayana un ejército aliado formidable. 
Campamento argentino frente a
Uruguayana (Cándido López)
Mucho ha costado juntarlo porque tampoco los brasileños del norte parecen entusiasmados con la guerra.
Para afirmar el entusiasmo va a Río Grande el emperador, Pedro II. El 16 de julio se encuentra en Porto Alegre, donde no tarda en reunírsele el Conde d´Eu, su yerno; desde Río de Janeiro el ministro de Justicia, José Tomás Nabuco de Araújo Filho, escribe a Ferraz, ministro de Guerra, que está con el emperador en Río Grande: “Ahí va nuestro príncipe imperial, Dios le ayude… Luchamos con grandes dificultades para reunir gente para el ejército… El reclutamiento (del Norte) da poco todavía y la “Guardia Nacional” se esquiva. Hemos de emplear, sin embargo, todos los medios, aun los extraordinarios, para conseguir el fin”.


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