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Y cuando el sueño es de muchos y se sueña juntos... es REALIDAD.
fragmento: declaración de principios de ALIA*

domingo, agosto 14, 2011

Biblioteca Virtual ALIA en homenaje: Raúl Gonzalez Tuñón

( adelantos de inaguración Biblioteca  Virtual  Homenaje Carlos O. Suárez - Beba Balvé)
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El Libro de Hoy:
Raúl González Tuñon
La Calle del Agujero en la Media
Todos bailan
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Nació en Buenos Aires el 29 de marzo de1905, y murió en la misma ciudad el 14 de agosto de 1974.

Fue uno de los más importantes poetas argentinos del siglo XX. "Amigo de las gentes, de las mujeres amantes y del vino, una suerte de François Villon criollo, cantor de las tabernas, las grandes fiestas y duelos e insurrecciones populares", según lo definió Pedro Orgambide.

En 1922 publica sus primeros poemas en las revistas Caras y Caretas e Inicial. En 1923 participa en la redacción de Proa, la revista que dirige Ricardo Güiraldes, y colabora en el periódico Martín Fierro. Viaja por el interior del país y en 1929 por primera vez a Europa. Dos años después a Brasil, y en 1932 al Chaco paraguayo, en el avión del diario Crítica, como corresponsal de guerra. Vuela a la Patagonia y se instala en Río Gallegos. En 1933 funda la revista Contra. Lo detienen y procesan por ¨incitación a la rebelión¨. En 1934 viaja a España y se radica en Madrid, donde traba amistad con García Lorca, Neruda y Miguel Hernández. En 1935 vuela a Buenos Aires y dos años más tarde está otra vez en España, durante la defensa de Madrid. Vive en Chile. Viaja por Europa, va a la Unión Soviética y a China.

Con El violín del diablo (1926) y Miércoles de ceniza (1928) trae Tuñón a la poesía argentina el desenfado y la picardía de los muchachos de los puertos, de los vagos y mal entretenidos que deambulaban por el viejo Paseo de Julio. Es un reconocimiento apasionado no sólo de la gente sino de los escenarios poco prestigiosos de la ciudad durante los años '20. Es en el puerto, en los suburbios, en el conventillo que encuentra los motivos de sus poemas. Todo es motivo de canto para el poeta que, por encargo de su novia, escribe Poema para la Virgencita del Teatro Cervantes. En este primer período, la poesía de Tuñón une a lo descriptivo la imagen insólita, la pirueta, un pase de prestidigitador. En otros poemas, El séptimo cielo, por ejemplo, utiliza la palabra en función de onomatopeya, de dibujo verbal. Es lo que se advierte también en Poema de la Cenicienta Ciudadana, donde los nombres ingleses de los artistas de cine o de su máquina de escribir, sirven de rima y música interna al poema.

En La Calle del Agujero en la Media (1930) el verso libre, de amplio período, suplanta la cadenciosa, rítmica primera manera del poeta. Ahora, el discurso poético se distiende, se abre para incorporar lo sensorial en infinitos detalles, para registrar pequeñas anécdotas que tienen la brevedad de una instantánea. Este cambio de lenguaje corresponde al cambio de escenario: ya no es Buenos Aires sino París. Como constante, queda su observación de lo cotidiano, su mirar en las vidrieras y en los ojos fraternales: los de un saxofonista, los de un vendedor de globos, los de las chicas del music-hall, los de Blanca Luz que está lejos, los del organista de la iglesia de San Suplicio.

En El otro lado de la Estrella y Todos bailan, poemas de Juancito Caminador, ambos publicados en 1934, Raúl González Tuñón continúa esta segunda manera de su poesía: el verso amplio que llega fundirse con la prosa. De ese tiempo es la serie de Blues y su memorable poema "Lluvia", dedicado a Amparo Mom. Seguro de su oficio, canta ahora no sólo al amor y la vida vagabunda, sino a los hombres dispuestos a una actitud de solidaridad y al combate. Su registro de los años '30: el clima de preguerra europeo, el apogeo del jazz, los gangsters de EE.UU. ("Los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo") preparan ya el advenimiento de la poesía política de González Tuñón.

"Fue el primero que blindó la rosa", dijo Pablo Neruda. En 1936 aparece La rosa blindada. Puede señalarse este momento como el del tercer período poético de González Tuñón. En él se integran y se complementan sus dos maneras anteriores. Fiel al recuerdo de su abuelo Manuel Tuñón (obrero nacido en Mieres que lleva a su nieto a una manifestación socialista), fiel también a la poesía española, a los romances y coplas populares, González Tuñón enriquece la suya tanto en su tema como en su lenguaje. "La Libertaria", "El Tren Blindado de Mieres", "La Copla al Servicio de la Revolución", "Cuidado, que viene el Tercio", "La muerte Derramada", "El Pequeño Cementerio Fusilado" son algunos poemas de aquel tiempo, en los que, a partir de un tema heroico, la poesía se expresa tanto en verso rimado como en largos períodos de verso libre y prosa. En Las puertas de fuego (1923) y La Muerte en Madrid (1939) el mismo tema y procedimiento se reiteran con acierto.

No ocurrió lo mismo en parte de su producción posterior, donde a veces lo contingente, lo aleatorio, el compromiso de circunstancia, restó fuerza a su poesía. No obstante, se advierte en sus últimos poemas un feliz regreso a sus orígenes, al poeta vagabundo, a su admirable Juancito Caminador, aquel que dijo: "Traigo la palabra y el sueño, la realidad y el juego de lo inconsciente, lo cual quiere decir que yo trabajo con toda la realidad."

Además de su labor poética, Raúl González Tuñón escribió varias obras de teatro: El descosido, La cueva caliente y, en colaboración con el poeta Nicolás Olivari, Dan tres vueltas y se van.

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 Raúl González Tuñón por él mismo
Luego de haber registrado a Manuel Castilla, García Márquez, León Felipe, Cortázar, Marechal, Girondo, Eluard, Borges, y tantos otros, Héctor Yánover se dio por satisfecho sólo y recién después de grabar a Raúl González Tuñón. “Esa noche llegué a casa –contaba Yánover con los ojos más celestes que de costumbre– y dije: bueno, el sentido, el origen y la verdadera razón por la que nació este sello, se ha cumplido hoy al grabar un disco con don Raúl González Tuñón”.
Digitalizado por el blog
"Bienvenidos a la Monga",
este disco reúne los poemas clásicos de Raúl González Tuñón en su propia voz, entre ellos Eche 20 centavos en la ranura, El poeta murió al amanecer, La cerveza del pescador Schiltingham y La calle del agujero en la media, entre otros. Clic en la imagen para descargar (mp3 zip 84,5 mb.)
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Con el agujero en la media
Por Juan Sasturain
Durante los primeros meses de 1973, Horacio Salas charló largamente con Tuñón, grabó su historia de vida, de laburo, de viajes, de política, de poesía y de poetas. El resultado fue un libro hermoso –Conversaciones con Raúl González Tuñón– que salió en el ’75 y que el poeta, por unos meses nomás, no llegó a ver publicado. Pero nosotros sí. También teníamos desde fines de los ’60 el disco en que decía sus poemas, laburo de Héctor Yánover, alguien que antes y después –como no hace tanto Pedro Orgambide– se ocupó de hacer leer y oír a Tuñón. Y todos pero todos quedamos –autores interlocutores y lectores oyentes– claramente tocados. Es que Tuñón no era ni es de ésos aparatosos que te sacan, ni de los provocadores que te voltean, ni de los solemnes que te aleccionan. Tuñón es de los que te conmueven, te hacen moverte con él y a partir de él.Y es un gran poeta. De semejante intensidad que pudo sobrevivir tanto al ninguneo de los dueños ideológicos de la pelota cultural que lo tachaban con negro, como a los dogmas de la disciplina partidaria que lo subrayaba mal y con rojo. Como el pasto que vuelve y vuelve entre y pese a las junturas de los adoquines –la imagen me lo asocia a Pugliese, con quien comparte un destino y entonación comunes–, la poesía de Tuñón tiene algo de invencible y de verdadero.Lo que vive de tantos poemas es, en principio, los climas, las atmósferas, los personajes y lugares clavados por versos llanos y definitivos: "Entonces comprendimos que la lluvia era hermosa" en el comienzo de Lluvia; la letanía de Los seis hermanos rápidos dedos en el gatillo, o el detalle de Los ladrones que "cuando la madre se les muere / 
le ponen luto a la guitarra".Y después las imágenes, mínimas escenas iluminadas y en foco, pero sin congelar, vivas para siempre. Me quedo con tres de ésas. Una, el consabido consejo –tenía diecisiete cuando escribió esto– al solitario paseante de la feria: "El dolor mata, amigo, la vida es dura,/ y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa/ eche veinte centavos en la ranura/ si quiere ver la vida color de rosa". Otra –y una de las más hermosas de la poesía argentina– es la de la bohemia en París a los 25, con la amiga en la buhardilla: "Tú crees todavía en la revolución/ y por el agujero que coses en tu media/ sale el sol y se llena todo el cuarto de sol". Y la última, del ’41, en plena guerra y con los nazis todavía con la tortilla de su lado y sartén en mano, es esta determinación alevosa: "Subiré al cielo,/ le pondré un gatillo a la luna/ y desde arriba fusilaré al mundo,/ suavemente,/ para que esto cambie de una vez".Tuñón, que no pudo ver la Revolución pero creyó en ella, dejó muchos poemas hermosos y un libro extraordinario, La calle del agujero en la media. Nunca fue derrotado.


©JUAN SASTURAIN, publicado en Página/12 al cumplirse 30 años de la muerte de Tuñón

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